martes, 3 de noviembre de 2009

La Colina..

Gotas de lluvia teñían aquella noche de domingo invernal. Después de tanto tiempo nadie recordaría ya, todo lo pasado. El tiempo se ancla en la memoria, pero en ocasiones no puede volver a la superficie por mucho que lo busquemos, al menos no, aquella vez no. Tenía que ser así, o por lo menos, así debía ser.


La colina asomaba ante sus ojos como un vigía incansable y siempre despierto, acechando cada rincón que dominaban sus torres. La soledad del lugar podía convertirse en embriagadora de los sentidos. Un paraíso que daba paso a la desolación. Árboles y montañas no eran diferentes que los de cualquier lugar del mundo, pero era un sitio especial, distinto. El verde de las laderas manejado por un viento anunciaban el principio del fin. No puedo esperar más tiempo, se dijo a sí mismo

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