lunes, 30 de noviembre de 2009

Asambleas en la Noche

Me he hecho a mí mismo una reflexión, después de asistir a las Asambleas Invernales, en las cuales se vota un estatuto nuevo para cada cofradía, teniendo como imagen y semejanza los estatutos "impuestos".

Creo que las nuevas legislaciones están dando muy mala imagen de la Semana Santa, teniendo en cuenta que esto es una cosa sobre todo pasional, sentimental, todo ello mezclado con la religiosidad e historia de un pueblo. Nosotros no nos hemos inventado nada, ya existía todo esto mucho antes que nosotros llegáramos, y esperemos no estropear nada.

Parece ser que las Cofradías no tenían muy bien los estautos porque han decidido obligar a la adaptación a la carrera, con fecha. Parece ser que la Semana Santa estaba muy mal y había que meterle mano. Parece ser que la demostración

El problema actual, creo que está en que se ha querido meter mucho la mano en la Semana Santa, obligándonos a aceptar estatutos impuestos, cuando los estatutos de la Vera Cruz por ejemplo, los anteriores, se adaptaban perfectamente al derecho canónico actual, que por cierto, es anterior al 1985.

La Semana Santa de Zamora y sus cofradías históricamente y actualmente son asociaciones de fieles que en una época del año sacan a la calle su fé, su religiosidad, su pasión y su historia. Y nuestra historia se ha forjado y se forja con personas, hombres y mujeres, que pusieron todo su amor en una pasión, personas corrientes, gente de a pie, gente de barrio, que no conoció nunca ni decretazos, ni exhortos, ni obispados pesados. Conoció la pasión, el rezo con el rosario entre las manos, los pies descalzos, las oraciones en secreto hacia la Virgen de la Soledad, el peso de los banzos, reuniones de hermanos por encima del tiempo y la familia en ocasiones, y las lágrimas, que no nos podemos olvidar que esto de la Semana Santa es muy personal y así lo ha sido siempre, pero que ahí está todo el mundo. Unos dentro de la fila o los pasos, otros en las aceras.

Nos une una pasión, nos une algo más, nos une un sentimiento, nos une el olor de la túnica al ponérnosla cada año. Nos unen las miradas de los cofrades desde su caperuz, nos une el recuerdo de los que no están ya, nos une el olor a garrapiñadas, nos une recibirlas desde la acera, nos une parar el Paso a alguien, nos une que nos lo paren para nosotros.

Y bueno con respecto a la entrada de las mujeres en las cofradías me parece que nadie es el mejor ejemplo para obligar a nadie, porque si recordáis bien, unos cuantos dirigentes han salido escaldados al meter la mano en la Semana Santa en este último siglo con otros muchos temas. Tienen que ser las cofradías únicamente, sus asambleas.

Por cierto, yo de las cosas más grandes que he conocido en la Semana Santa es pararle el Paso a la persona que me enseñó a sentir todo esto, y me ha dicho que ella nunca querría salir en la procesión pase lo que pase, porque quiere que le siga haciendo llorar cada Jueves Santo en su acera, en la que pacientemente espera siempre y que dice que no cambiaría por nada ese momento. Ni el de llevarme las sopas de ajo a las Tres Cruces. Gracias abuela

Santa Clara en Navidad

Era un día normal, un martes cualquiera en el largo invierno zamorano, cuando las nieblas volvían a reclamar su puesto, y el frío comenzaba a instalarse en los huesos. Todavía no olía a cera, ni mucho menos, tenían que pasearse las navidades por nuestras vidas, y las luces, aparecer en Santa Clara.

Siempre me gustaron las luces de Navidad. Siempre me gusta pasear por las calles y observar lo, que ocurre a mi alrededor en esos días. Las típicas compras de última hora, las carreras, los Papá Noel en la puerta de las tiendas, los músicos de la calle interpretando villancicos para todos, y la gente que les deja una moneda. Esa imagen es muy bonita. Parece que en las épocas navideñas todos somos un poco más amables, todo se agradece más, y se mira con más cuidado.

Dicen que de bien nacidos es ser agradecido, y yo quiero desde estas líneas darle las gracias a un par de personas que no creo que nunca lo lean porque no utilizan Internet, pero saben que le estoy muy agradecido. Estamos tan acostumbrados a esta sociedad que nos arrastra, en la que no se para de luchar y competir, que cuando una persona te hace un favor, en ocasiones no lo reconocemos como tal. Y yo hoy he podido observar los ojos de las personas cuando reconoces su ayuda a la cara.

Me habéis devuelto las ganas de soñar por la Semana Santa, lo primero. Pero también me habéis enseñado cómo un sueño puede hacerse realidad. Y lo más importante es que con vosotros he seguido aprendiendo a ser agradecido, cosa que uno ya sabe, pero es importante no olvidarse nunca.

Y sigo aprendiendo a ser agradecido al destino, por poner personas y situaciones muy importantes en mi camino, que a veces las cosas pequeñas, las sonrisas, las miradas son mucho más importantes que cualquier otra cosa. Que lo que importan son las personas, y que la felicidad es muy relativa, y gracias a ti soy feliz. Y que los sueños son importantes, pero sólo cuando los puedes compartir con alguien que tan perfectamente encaja en tu corazón.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Esperanza

Publicado en Marzo de 2008 en el Boletín de La Sección de la Esperanza

Hablar de esperanza es hablar de futuro. Hablar de esperanza es hablar de sentimientos, de sensaciones que aún están por venir, que deseamos que lleguen algún día y que, las que tenemos, estén siempre encaminadas a mejorar. Todos esperamos algo y solemos encauzar nuestras vidas hacia esa dirección.

En Zamora hablar de La Esperanza es dibujar el Martes Santo por la tarde y el Jueves Santo por la mañana. Un rayo de sol vespertino en esa Pasión que va tornando hacia el negro terciopelo desde un blanco estameña, para desembocar en salvas de alegría y claveles. Una luz que se cuela por la ventana el día más largo del año que empieza en Cabañales y acaba con el Hijo del Hombre en brazos de su Madre en la Plaza del Fresco.

La mañana de Jueves Santo es un paréntesis en medio de una plegaria de Salmos, una oración de madres, hijas y abuelas, de fe en un futuro, de creer en un mañana mejor si cabe. Hoy todo parece perdido, que la luz va a dejarnos huérfanos pero al cruzar el Puente de Piedra, las filas negras acariciadas por el verde y blanco, y mecidas por el Duero nos transmiten calma y esperanza en que Ella está con nosotros. Acompañando a la Virgen de la Esperanza en su regreso a la Ciudad del Alma aparece una emoción semejante a la criatura que se regocija en brazos de su madre, sabiendo que alguien cuida de ella.

Zamora descansa y se prepara para el gran momento, mientras la mujer cobra protagonismo en La Pasión y toma ese tiempo merecido para ella y su Virgen, las dos solas. No hay distancia entre ellas, sólo paz y amor. Las tornas han cambiado hoy, mañana de Jueves Santo y, como si de una excepción se tratase, ellas son protagonistas y los demás en este caso son actores secundarios.

Miradas de ojos vidriosos dentro y fuera al paso de la procesión. Es imposible sacar ese nudo de la garganta cuando una madre ve a su hija en la fila, la abuela a su nieta o incluso dos amigas que se ven y mientras una camina la otra reza, “ten esperanza amiga que Ella siempre nos va a cuidar”, “gracias, lo se”. No hacen falta las palabras, sólo miradas, es algo que se lleva muy dentro y que nadie sabe explicar.

Negro verde y blanco tiñen la memoria después de un año de deseos, de vivencias, de amaneceres y atardeceres, muchas veces lejos o en soledad. Negro y verde que vuelven a la memoria como si de un despertar se tratase y damos por buenos los meses que nos han de llevar a estar aquí otra vez con Ella y con nosotros mismos, es hacer un balance de nuestras vivencias y agradecerle que nos acompañe todos los días del año mientras le agradecemos que nos deje acompañarla en su lento regreso.

Hablar de esperanza es hablar de un lento caminar, de cálido sol que acaricia las mejillas aunque fuera esté incluso nevando. Que acabe lo del cielo, no lo que pasa en Zamora. Las lágrimas son más fuertes que la lluvia.

Por la tarde las viejas calles se llenarán de bullicio, terciopelo, música y madera, pero ahora la Rúa es para La Esperanza, la serenidad y el recogimiento. Miradas serenas, al suelo, negras filas punteadas de blanco, manos entrelazadas en la tulipa, lento caminar, es Jueves Santo.

martes, 3 de noviembre de 2009

La Colina..

Gotas de lluvia teñían aquella noche de domingo invernal. Después de tanto tiempo nadie recordaría ya, todo lo pasado. El tiempo se ancla en la memoria, pero en ocasiones no puede volver a la superficie por mucho que lo busquemos, al menos no, aquella vez no. Tenía que ser así, o por lo menos, así debía ser.


La colina asomaba ante sus ojos como un vigía incansable y siempre despierto, acechando cada rincón que dominaban sus torres. La soledad del lugar podía convertirse en embriagadora de los sentidos. Un paraíso que daba paso a la desolación. Árboles y montañas no eran diferentes que los de cualquier lugar del mundo, pero era un sitio especial, distinto. El verde de las laderas manejado por un viento anunciaban el principio del fin. No puedo esperar más tiempo, se dijo a sí mismo

lunes, 2 de noviembre de 2009

Y llegó

Todavía me acuerdo del día en que el señor Alfonso me puso el medallón de Jesús Nazareno en la Iglesia de San Juan, y como sonrió cariñosamente y me dijo: “¿Ves? Todo llega” Tantas veces le había dicho que deseaba que llegase ese momento, con la impaciencia de un niño. Esa es una de las frases que me han ayudado en mi vida, con los estudios, el trabajo... Y llegó el día

Cuando era pequeño, mi abuela me llevaba a ver la procesión del Espíritu Santo a la Calle de la Vega, me acuerdo como si fuera ahora mismo, para ver a los frailes con las antorchas acompañar a “su” Cristo camino de la Catedral. La atmósfera era realmente sobrecogedora y el olor a incienso ayudaba en ese momento a crear un ambiente muy diferente.

Recuerdo que el Domingo de Ramos subíamos por la Calle del Riego corriendo los dos para oír los tambores y cornetas de la Cruz Roja, que vestidos de militares, hacían temblar la ropa sobre mi cuerpo y mis latidos del corazón se ponían a Marcha Lenta. “.. Atentos, de frente, marcha lenta…….¡¡¡Ar!!! Trruumm tu tu tu tu tu tu truuummm… Cuantas veces le hice ver la procesión en Santa Clara, en la Plaza Mayor, y en la entrada del Museo, de la cual yo nunca quería irme, y le insistía en que yo quería ver más. Y le tocaba entrar en el Museo para que yo viera los Santos. La verdad es que tiene su nosequé gracioso cuando lo pienso ahora. Me contaba historias de antaño, de cuando tenía 12 años y venía a servir a Zamora, y acudía con sus primas a tomar las sopas de ajos y ver la Reverencia en la madrugada de Viernes Santo. Me contaba cómo recordaba los sonidos del Merlú y ver “bailar” los pasos en la Plaza Mayor, mientras el Cinco de Copas se ponía en paralelo con La Caída, y los pasos se paraban para ver cual de los dos aguantaba más así. Sin duda, la madrugada ha sido, es y será un espectáculo en todos los sentidos. Dicen que “quien ha vivido una madrugada en Zamora, queda atrapado para siempre en ella” Bueno no sé si lo dicen o lo digo yo, pero pienso que así es.

Y llegó aquella llamada de Luís hace ya tiempo, llegó un Viernes de Dolores, para decirme que me esperaba ese jueves debajo de El Prendimiento. Yo ni me lo creía, pero allí me presenté y me vi debajo de aquella mole con olor a madera y tacto duro en los hombros y empecé a sentir un cosquilleo especial allí en la boca del estómago que es donde se van las emociones, y sobre todo, cuando por una rejilla vi a mi abuela que había subido a verme y le paré el paso. Tiempo después me contó que en ese momento lloró lo que no estaba en los escritos de emoción. “Marcelino... ¿Podemos parar? Gracias hermanos” Eso fue lo único que dije el primer año que cargué en toda la procesión.

Y llegó otra madrugada en la que me vestí de negro, con ese traje que tiene un olor especial, y cogí mi tambor para pasarme toda la mañana ruflando. A veces pienso que si empieza la procesión otra vez cuando acababa, sería capaz de volver a pasarme redoblando otras 6 horas con Rubén, Gelete, Zamorano, Javi, Paco, Gabi, Yosu y toda esa gente con la que tanto frío pasé para diluirlo en unas pocas horas.

Y llegó Fernando y me enseñó tantas cosas de Semana Santa, pero sobre todo de la vida, y me propuso hacer cosas nuevas, me propuso escribir. Gracias a él he descubierto el teclado del ordenador...Se juntó Alberto con su cabeza muy fría y templó las nuestras para ayudarnos.

Y llegó esa llamada, llegó ese mensaje, llegó tu voz a mí, y las cosas empezaron a funcionar