miércoles, 11 de noviembre de 2009

Esperanza

Publicado en Marzo de 2008 en el Boletín de La Sección de la Esperanza

Hablar de esperanza es hablar de futuro. Hablar de esperanza es hablar de sentimientos, de sensaciones que aún están por venir, que deseamos que lleguen algún día y que, las que tenemos, estén siempre encaminadas a mejorar. Todos esperamos algo y solemos encauzar nuestras vidas hacia esa dirección.

En Zamora hablar de La Esperanza es dibujar el Martes Santo por la tarde y el Jueves Santo por la mañana. Un rayo de sol vespertino en esa Pasión que va tornando hacia el negro terciopelo desde un blanco estameña, para desembocar en salvas de alegría y claveles. Una luz que se cuela por la ventana el día más largo del año que empieza en Cabañales y acaba con el Hijo del Hombre en brazos de su Madre en la Plaza del Fresco.

La mañana de Jueves Santo es un paréntesis en medio de una plegaria de Salmos, una oración de madres, hijas y abuelas, de fe en un futuro, de creer en un mañana mejor si cabe. Hoy todo parece perdido, que la luz va a dejarnos huérfanos pero al cruzar el Puente de Piedra, las filas negras acariciadas por el verde y blanco, y mecidas por el Duero nos transmiten calma y esperanza en que Ella está con nosotros. Acompañando a la Virgen de la Esperanza en su regreso a la Ciudad del Alma aparece una emoción semejante a la criatura que se regocija en brazos de su madre, sabiendo que alguien cuida de ella.

Zamora descansa y se prepara para el gran momento, mientras la mujer cobra protagonismo en La Pasión y toma ese tiempo merecido para ella y su Virgen, las dos solas. No hay distancia entre ellas, sólo paz y amor. Las tornas han cambiado hoy, mañana de Jueves Santo y, como si de una excepción se tratase, ellas son protagonistas y los demás en este caso son actores secundarios.

Miradas de ojos vidriosos dentro y fuera al paso de la procesión. Es imposible sacar ese nudo de la garganta cuando una madre ve a su hija en la fila, la abuela a su nieta o incluso dos amigas que se ven y mientras una camina la otra reza, “ten esperanza amiga que Ella siempre nos va a cuidar”, “gracias, lo se”. No hacen falta las palabras, sólo miradas, es algo que se lleva muy dentro y que nadie sabe explicar.

Negro verde y blanco tiñen la memoria después de un año de deseos, de vivencias, de amaneceres y atardeceres, muchas veces lejos o en soledad. Negro y verde que vuelven a la memoria como si de un despertar se tratase y damos por buenos los meses que nos han de llevar a estar aquí otra vez con Ella y con nosotros mismos, es hacer un balance de nuestras vivencias y agradecerle que nos acompañe todos los días del año mientras le agradecemos que nos deje acompañarla en su lento regreso.

Hablar de esperanza es hablar de un lento caminar, de cálido sol que acaricia las mejillas aunque fuera esté incluso nevando. Que acabe lo del cielo, no lo que pasa en Zamora. Las lágrimas son más fuertes que la lluvia.

Por la tarde las viejas calles se llenarán de bullicio, terciopelo, música y madera, pero ahora la Rúa es para La Esperanza, la serenidad y el recogimiento. Miradas serenas, al suelo, negras filas punteadas de blanco, manos entrelazadas en la tulipa, lento caminar, es Jueves Santo.

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