sábado, 24 de octubre de 2009

Descendimiento del Cristo de la Buena Muerte año 2009. Me lo pidió Jesús y José Luis, y un poco tarde pero a tiempo


Cristo muerto que se acerca a mí, rodeado de gente pero sin ser capaz de quitar mis ojos de los suyos, buscando un consuelo, una ayuda. Es la otra Semana Santa, la que no se ve, la que es diferente, la que te atrapa en una espiral, la que te ayuda a pensar que todo esto tiene un significado.

Difícil separar la madera de la realidad, y más aun cuando la madera es tan impresionante. Se puede decir mucho más con una escultura, pero no mejor dicho. Contundente y sencillo, pero apabullante, con una fuerza que casi ofende. Cristo portado en posición casi horizontal por unos humildes frailes que al pasar a tu lado el Lunes Santo parece que te acaricia en el pelo y que te consuela saber que algo de tí va en sus pensamientos.

En cinco minutos pasas del exterior al interior de la Iglesia de San Vicente y entras en un mundo prohibido, reservado para las miradas del mundo exterior, privilegiado...

Y te encuentras ante Él, y ante tí mismo

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